- 08 de noviembre de 2024
El robo al Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México es uno de los acontecimientos más sorprendentes de la historia del arte.
Se sabe que en los museos de arte y en las obras de alto valor monetario siempre habrá alguien interesado en el mercado negro que busque hacerse con ellas. En ocasiones, las medidas de seguridad de los museos han fallado o no han sido eficaces ante la astucia de los ladrones. Sin embargo, el considerado "robo del siglo" en México ocurrió cuando el país aún se recuperaba del terremoto del 19 de septiembre de 1985.
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Durante la madrugada del 25 de diciembre de 1985, mientras se celebraban las festividades navideñas, la Ciudad de México (CDMX) fue el escenario de uno de los robos más impactantes en la historia del país. Dos estudiantes de Veterinaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) irrumpieron en el Museo Nacional de Antropología (MNA) y sustrajeron 124 piezas arqueológicas de las salas Maya, Mixteca y Mexica.
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El atraco, conocido como "el robo del siglo en México", dejó al descubierto la falta de seguridad en recintos culturales del país. A pesar de la meticulosa investigación, las autoridades tardaron casi cuatro años en recuperar la mayoría de las piezas, tiempo durante el cual los ladrones lograron mantener su botín oculto.
Carlos Perches Treviño y Ramón Sardina García, ambos de 21 años, no contaban con antecedentes penales; sin embargo, ambos compartían un gusto por la arqueología y el arte prehispánico. Ese interés fue el que suscitó su obsesión por el Museo de Antropología, recinto que en ese momento llevaba 21 años en las instalaciones de Paseo de la Reforma, dentro del Bosque de Chapultepec.
Durante seis meses, los jóvenes observaron y estudiaron las rutinas del personal de seguridad del museo. Detectaron los puntos débiles y las oportunidades para ejecutar el robo. Eligieron la Nochebuena de 1985 como el momento ideal para actuar, conscientes de que la vigilancia estaría reducida al mínimo.
El atraco comenzó a la una de la madrugada del 25 de diciembre de 1985 y duró hasta las cuatro de la madrugada. Ingresaron al recinto a través de los ductos de aire acondicionado, evitando las cámaras de seguridad y cualquier sistema de alarma. Durante tres horas, Perches y Sardina irrumpieron en las vitrinas del museo. Cabe mencionar que la seguridad que debía vigilar las 26 salas estaba concentrada en un solo lugar.
Las 124 piezas robadas incluían objetos del cenote sagrado de Chichén Itzá, más de 60 piezas mayas procedentes del Templo de Palenque, joyas de oro de la sala Mixteca y la famosa máscara zapoteca del Dios Murciélago, entre otras.
De acuerdo con Felipe Solís, conservador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el valor de una sola de estas piezas en el mercado negro superaba los 20 millones de dólares de la época (142.6 millones de pesos actualmente), aunque el daño fue mayor a nivel cultural al robar un pedazo de la historia del país.
Después del robo, Perches y Sardina huyeron en un Volkswagen y se dirigieron a la casa de los padres de Perches, ubicada en la colonia Jardines de San Mateo, en Ciudad Satélite, a las afueras de la Ciudad de México. Las piezas fueron ocultadas en una maleta dentro del clóset de la habitación de Carlos.
El escándalo fue mundial. Tras la lenta reacción del Gobierno de México ante el terremoto del 19 de septiembre, su reputación estaba en juego, por lo que la respuesta al robo fue inmediata. En ese momento, personal de la Dirección General de Aduanas, trabajadores de los aeropuertos del país y de la Policía Internacional instruyeron a más de 30 personas para colaborar en el caso.
La investigación dio un giro cuando, en enero de 1989, la policía detuvo al narcotraficante Salvador Gutiérrez, alias "El Cabo", en Guadalajara. Gutiérrez, con la esperanza de reducir su condena, confesó que conocía el paradero de las piezas robadas y proporcionó información sobre Carlos Perches, a quien había conocido en Acapulco. Tras el robo, Perches se refugió en esa ciudad y estableció vínculos con narcotraficantes, como José Serrano, quien le ofreció ayuda para intentar vender las piezas en el mercado negro.
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La relación de Perches con los narcotraficantes fue clave para su captura. El abogado Javier Coello Trejo contó en ese entonces al diario Reforma que colocó escuchas en los reclusorios y se mantuvo al tanto de todas las llamadas entre Gutiérrez y Perches. En una conversación, negociaban la venta de joyas "del arte más grande de México", lo que significó una esperanza para localizar a Perches y capturarlo.
La recuperación de las obras
El 10 de junio de 1989, siete meses después de que inició la investigación contra Carlos Perches, la policía realizó un operativo en Ciudad Satélite y recuperó 111 de las 124 piezas robadas. El procurador Enrique Álvarez del Castillo presentó dichas piezas en una conferencia de prensa tres días después y explicó que habían sido encontradas en la casa de los padres de Perches, envueltas en papel de baño y almacenadas en una bolsa deportiva.
De las 124 piezas, siete permanecieron en poder de Ramón Sardina, quien sigue prófugo hasta el día de hoy. Otras dos fueron canjeadas por Perches a cambio de cocaína, y las cuatro restantes nunca se localizaron. A pesar de las dificultades en la investigación, las autoridades lograron recuperar la mayoría de las piezas más valiosas, incluyendo la máscara zapoteca del Dios Murciélago y la vasija de obsidiana con forma de mono.
El desenlace de los ladrones
Carlos Perches fue detenido a los 24 años y condenado a 22 años de prisión por robo y delitos relacionados con el narcotráfico. Durante su interrogatorio, según Javier Coello Trejo, Perches admitió ser el autor intelectual del robo y reveló detalles sobre el paradero de las piezas.
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Por su parte, Sardina continúa prófugo, pero se cree que las siete piezas que tenía en su poder nunca abandonaron el país. Otros cómplices, como Luis Perches, hermano de Carlos, fue arrestado y procesado por encubrimiento. Isabel Camila Masiero, amante de José Serrano, también fue procesada por encubrimiento y delitos relacionados con el narcotráfico.
Las piezas finalmente regresaron a las vitrinas del museo en junio de 1989. Por su parte, el director mexicano Alonso Ruizpalacios llevó a cabo la adaptación de uno de los robos más importantes en la historia de México a la pantalla grande con su película Museo, protagonizada por Gael García Bernal, manteniendo el enigma que continúa hasta hoy: ¿por qué lo hicieron?