Tras el violento asesinato del alcalde Alejandro Arcos, el poderío del grupo criminal Los Ardillos sale a la luz, revelando la profunda crisis de seguridad en Guerrero.

Montaña baja, lugar de origen de Los Ardillos
Montaña baja, lugar de origen de Los Ardillos Créditos: RR.SS

El asesinato de Alejandro Arcos, alcalde de Tixtla que apenas llevaba seis días en el cargo, ha puesto en el centro de atención al grupo delictivo Los Ardillos, quienes han afianzado su dominio en la región. Este incidente es solo el último de una serie de actos violentos que reflejan la creciente ola de inseguridad en Guerrero, una entidad atrapada en una lucha de poder entre grupos criminales.

La muerte de Arcos dejó al descubierto el nivel de penetración que las organizaciones delictivas han alcanzado en la política local. El grupo criminal Los Ardillos, identificado como uno de los más poderosos en el estado, es señalado como responsable de la violencia desmedida en la región, un fenómeno que ha dejado a las autoridades locales paralizadas ante el terror que imponen estos grupos.

Los Ardillos: Un poder creciente en Guerrero

Los Ardillos no son una organización criminal nueva, pero su influencia ha crecido exponencialmente. Originarios de la región de la Montaña Baja de Guerrero, su nombre resuena con fuerza en la vida política y social de Chilpancingo y sus alrededores. Con un amplio historial de actividades ilícitas que incluyen narcotráfico, extorsión y secuestro, este grupo se ha convertido en uno de los actores más temidos en el estado.

Conocidos no solo por su brutalidad, sino también por su capacidad para infiltrarse en los gobiernos locales. El asesinato de Arcos y otros actos de violencia contra funcionarios públicos destacan su disposición a usar el terror como herramienta de control. Así como el material de evidencia de la exalcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández, en una reunión con Celso Ortega Jiménez, presunto líder de Los Ardillos, hace un año.

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Los orígenes de Los Ardillos

Este grupo criminal surgió a finales de los años 90 en la Montaña Baja de Guerrero, una región caracterizada por su pobreza y escaso control gubernamental. La familia Ortega Jiménez, encabezada por Celso Ortega Rosas, alias "La Ardilla", fue el encargado de consolidar la organización, que empezó como un negocio de ganadería pero rápidamente se volcó hacia la siembra de amapola, actividad que les brindó acceso al narcotráfico.

Ortega Rosas, quien alguna vez fue policía rural, abandonó su vida como agente de seguridad para liderar un imperio criminal. En 2008, fue detenido por el asesinato de dos agentes de la extinta Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SEIDO), un hecho que marcó su reputación como uno de los capos más peligrosos de la región.

RR.SS
RR.SS Supuesta formación de los líderes del grupo criminal.

El vínculo con Los Zetas

El periodista Carlos Loret de Mola reveló que Ortega Rosas fue alguna vez parte de la organización de Los Zetas, uno de los cárteles más sanguinarios de México. Esta vinculación explica el alto grado de violencia con el que Los Ardillos operan, heredando tácticas de terror y control territorial características de Los Zetas. La formación militar les ha permitido mantener el control en zonas estratégicas de Guerrero.

El conflicto entre Los Ardillos y su banda rival, Los Rojos, ha teñido de sangre a la región. Este enfrentamiento se ha intensificado desde la supuesta muerte de Celso Ortega Rosas a manos de Los Rojos, lo que ha desatado una ola de venganza y violencia en el estado. La rivalidad entre estos dos grupos ha dejado un rastro de muerte que las autoridades han sido incapaces de detener.

La crisis de seguridad en Chilpancingo

Apenas seis días después de asumir su cargo, Arcos fue asesinado a sangre fría, una señal clara de que los cárteles no tienen reparo en eliminar a quienes consideran una amenaza o un obstáculo. Su muerte se suma a una larga lista de funcionarios, policías y civiles que han sido víctimas de la violencia generada por la disputa territorial entre Los Ardillos y otros grupos criminales.

El control que Los Ardillos ejercen en Chilpancingo y sus alrededores ha eliminado la capacidad del gobierno local para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Las autoridades, ya debilitadas por la corrupción y la falta de recursos, parecen estar rebasadas por el poderío de estos grupos. La población, por su parte, vive en constante temor, atrapada entre la violencia de los cárteles y la inacción de las autoridades.

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RR.SS
RR.SS Municipio de Chilpancingo

Las operaciones de Los Ardillos

Los Ardillos han logrado establecer un imperio criminal que abarca no solo el narcotráfico, sino también la extorsión y el secuestro. Controlan las rutas de la amapola en Guerrero, uno de los principales puntos de producción de opio en México, lo que les ha permitido amasar una fortuna considerable. Además, se dedican a extorsionar a comerciantes y empresarios locales, quienes se ven obligados a pagar cuotas a cambio de protección.

El secuestro es otra de las actividades que ha consolidado el poder de Los Ardillos. Familias enteras viven con el miedo de ser secuestradas por este grupo, que ha perfeccionado sus técnicas de intimidación y negociación. Los secuestros, en muchos casos, no solo buscan un rescate económico, sino también consolidar el control territorial al infundir miedo entre la población.

Los Ardillos y su relación con el gobierno local

La influencia de Los Ardillos en la política local es innegable. La reunión entre Norma Otilia Hernández, exalcaldesa de Chilpancingo, y el líder de Los Ardillos, dejó al descubierto los lazos entre el crimen organizado y los funcionarios públicos. Aunque Hernández negó cualquier vínculo con la organización criminal, la imagen de ella junto a Ortega Jiménez en un restaurante local no dejó lugar a dudas sobre la cercanía entre ambos.

Este tipo de relaciones entre políticos y criminales es una de las razones por las cuales la violencia en Guerrero ha alcanzado altos niveles. La falta de acción de las autoridades, muchas veces interrumpidas por el narco, ha permitido que el crimen organizado opere con impunidad. El asesinato de Arcos es solo un ejemplo de cómo los cárteles son capaces de intervenir en el ámbito político para asegurar su control.

El control que Los Ardillos ejercen sobre vastas zonas de Guerrero ha limitado el desarrollo económico y social de la región. Los empresarios se han visto obligados a cerrar sus negocios o pagar cuotas a los cárteles, mientras que las comunidades más pobres han quedado atrapadas en un ciclo de violencia y pobreza del que es difícil escapar.

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